Esta alegría ya está dentro, porque nos fue dada el día de nuestro Bautismo. El Papa Francisco ofrece cuatro formas de nutrirlo.

Como un niño deseoso de compartir su alegría, así las mujeres que encontraron la tumba vacía no pudieron resistirse a compartir su emoción, señaló el Papa Francisco antes de rezar el? mediodía Regina Caeli el lunes de Pascua.

Pero la lección para nosotros, continuó, es que la alegría pascual no está lejos de nosotros.

"Está muy cerca, es nuestro, porque nos fue entregado el día de nuestro bautismo", explicó el Papa. Y añadió: "¿Cómo podemos alimentar esta alegría? Como hicieron las mujeres: encontrando al Resucitado, porque Él es fuente de una alegría que nunca cesa. ¡Apresurémonos, pues, a buscarlo en la Eucaristía, en su perdón, en la oración y en la caridad vivida!

He aquí una traducción vaticana de la breve reflexión del Papa:


Queridos hermanos y hermanas, buongiorno ¡Y felices Pascuas!

Hoy, lunes de la Octava de Pascua, el Evangelio (cf. ¿Monte? 28:8.15) nos muestra la alegría de las mujeres en la resurrección de Jesús: el texto dice que abandonaron el sepulcro con "gran alegría" y "corrieron a contárselo a sus discípulos" (v. 8). Esta alegría, que nace precisamente del encuentro vivo con el Resucitado, es una emoción poderosa, que los impulsa a difundir y contar lo que han visto.

compartiendo alegría Es una experiencia maravillosa, que aprendemos desde muy pequeños: pensemos en un niño que obtiene una buena nota en la escuela y no puede esperar para mostrársela a sus padres, o en un joven que logra su primer éxito en el deporte, o en una familia. en el que nace un niño. ¡Intentemos recordar, cada uno de nosotros, un momento tan feliz que incluso era difícil expresarlo con palabras, pero que queríamos contar a todos inmediatamente!

Así, las mujeres, en la mañana de Pascua, viven esta experiencia, pero de manera mucho mayor. ¿Por qué? Porque la resurrección de Jesús no es sólo una maravillosa noticia o el final feliz de una historia, sino algo que cambia nuestra vida por completo, ¡y la cambia para siempre! Es la victoria de la vida sobre la muerte, esta es la Resurrección de Jesús. Es la victoria de la esperanza sobre el desaliento. Jesús rompió las tinieblas del sepulcro y vive para siempre: su presencia puede llenar de luz cualquier cosa. Con Él, cada día se convierte en una etapa de un camino eterno, cada "hoy" puede esperar un "mañana", cada final un nuevo comienzo, cada instante se proyecta más allá de los límites del tiempo, hacia la eternidad.

Hermanos, hermanas, la alegría de la Resurrección no es algo lejano. Está muy cerca, es nuestro, porque nos fue entregado el día de nuestro Bautismo. Desde entonces, también nosotros, como las mujeres, podemos encontrarnos con el Resucitado y Él nos dice, como a ellas: "¡No temáis!". (v 10). Hermanos y hermanas, ¡no abandonemos la alegría de la Pascua!

Pero ¿cómo podemos alimentar esta alegría? Como hicieron las mujeres: encontrando al Resucitado, porque Él es fuente de una alegría que nunca cesa. ¡Apresurémonos entonces a buscarlo en la Eucaristía, en su perdón, en la oración y en la caridad vivida! La alegría, cuando se comparte, crece. Compartamos la alegría del Resucitado.

Y que la Virgen María, que en Pascua se regocijó en su Hijo resucitado, nos ayude a ser testigos gozosos.

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